viernes, 19 de octubre de 2012

AGORAFOBIA


Wenceslao Peñate1, Carmen T. Pitti2, Juan Manuel Bethencourt1, Juan de la Fuente3y Ramón Gracia1
1Universidad de La Laguna, Servicio Canario de Salud Mental y 3Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Nuestra Sra. de Candelaria (Tenerife)
La agorafobia es una fobia caracterizada por un miedo intenso a que nos pueda ocurrir algo malo en determinadas circunstancias y no podamos ser socorridos por ello o nos resulte muy complicado escapar de esas circunstancias. Está considerada como la fobia más incapacitante, compleja, difícil de tratar y que genera mayor demanda clínica. Por lo general, las personas que la sufren, si no reciben el tratamiento adecuado, tienden a cronificar este problema, limitando apreciablemente su vida. En los casos más graves, terminan recluyéndose en sus domicilios.
Existen diversos tratamientos que han mostrado su eficacia en el abordage de esta fobia. De manera genérica, las intervenciones más eficaces identificadas por asociaciones y organismos internacionales, serían: (i) los psicofármacos inhibidores selectivos en la neurotransmisión (ISRS y duales); (ii) los tratamientos cognitivo-conductuales (donde la exposición a los estímulos fóbicos juega un papel central); y (iii) la combinación de los dos anteriores.
Sin embargo, la realidad clínica muestra casos que no responden a los tratamientos al uso y otros que al cabo de un tiempo recaen, por lo que se requieren nuevos tratamientos que incrementen la oferta terapéutica. En este sentido, la utilización de las nuevas tecnologías ha venido a colaborar en esa nueva oferta: el uso de técnicas de exposición a una realidad virtual ha mostrado su eficacia y eficiencia en el tratamiento de las fobias específicas (a volar, a las alturas, a los insectos…). Sin embargo, su aplicación a la agorafobia ha sido más limitada, aun cuando existen algunas investigaciones que parecen sugerir que podría beneficiarse de este procedimiento.
Este equipo de investigación ha dedicado los últimos 5 años a investigar si la realidad virtual podría contribuir a la recuperación de la agorafobia. La investigación fue llevada a cabo en el Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Canarias (HUC), siendo los casos derivados desde las Unidades de Salud Mental Comunitarias de la isla de Tenerife. Participaron 99 pacientes con diagnóstico de agorafobia (con/sin pánico), mayoritariamente mujeres. El tiempo medio de evolución del trastorno fue de 10 años. Los pacientes fueron diagnosticados siguiendo los criterios de la OMS y asignados aleatoriamente a tres grupos experimentales: 1. Tratamiento cognitivo-conductual (TCC); 2. Tratamiento cognitivo-conductual con exposición a técnicas de realidad virtual (TERV); y 3. Grupo de lista de espera (LE). Los tres grupos recibían tratamiento con un ISRS, la paroxetina. Los grupos de TCC y de TERV recibieron 11 sesiones de tratamiento. Se hicieron seguimientos a los 3 y a los 6 meses.
Inicialmente, y con una subvención del Ministerio de Educación y Ciencia (PROFIT-150500-2003-131) se generó un software constituido por 7 escenarios virtuales que representaban algunos lugares típicamente fóbicos para la agorafobia (de la isla de Tenerife): un teleférico, una autopista, una oficina bancaria, un itinerario urbano... Tales escenarios virtuales fueron integrados en un hardware constituido por un sistema de videoproyección estereoscópica. El paciente usaba las gafas con filtros polarizados. Se intentó simular, con medios reducidos, un entorno de inmersión total. El ordenador de control del sistema disponía de una placa gráfica de alto de gama y los pacientes disponían de una palanca de mando (joystick) para navegar en los ambientes virtuales.
Los resultados preliminares muestran en general beneficios clínicos para los tres grupos de tratamiento, incluyendo el grupo de LE que sólo fue tratado con paroxetina. Esta eficacia se observa tanto en medidas subjetivas (inventarios de agorafobia, de ansiedad, unidades subjetivas de ansiedad ante los escenarios fóbicos…), como en medidas objetivas (exposición en vivo a estímulos fóbicos). Los mayores beneficios, sin embargo, los obtuvieron los pacientes asignados a TCC y TERV. Además, los datos de los seguimientos mostraron una mayor eficacia clínica del grupo tratado con realidad virtual, especialmente en el caso de los trastornos más crónicos. Considerando los resultados obtenidos, los autores concluyen que los tres procedimientos son útiles para el tratamiento de la agorafobia, pero el grupo tratado con técnicas de exposición a realidad virtual se muestra más consistente a largo plazo.
En general, estos resultados nos indican que las técnicas de exposición a escenarios virtuales que puedan tener un carácter fóbico, pueden ser también eficaces en el tratamiento de una fobia tan problemática como es la agorafobia. En el caso de este trabajo, además, se ha podido detectar un uso social y clínicamente relevante: la exposición a la realidad virtual puede ser una de las pocas alternativas de tratamiento psicológico para pacientes cuyo deterioro y cronificación ha terminado por recluirles prácticamente en sus casas.

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